Hasta hace muy pocos años el PRI y el PAN eran diametralmente opuestos, archienemigos en el pancracio de la política mexicana, donde protagonizaron encarnizadas batallas.
Las ideologías de ambos partidos políticos eran tan distintas que a lo largo de 80 años se fueron acumulando agravios y diferencias irreconciliables entre el eterno partido en el poder y la Oposición por antonomasia.
Hace poco más de dos décadas, cuando las alianzas entre partidos políticos comenzaron a ser rentables, ambos optaron por hacer sinergia con otras fuerzas políticas, pero nunca entre ellos.
La alianza PRI-PAN era impensable, en el imaginario colectivo primero se mezclarían el agua y el aceite que priístas con panistas.
Pero los tiempos cambian, las ambiciones políticas y los intereses personales no.
Hoy, el mismo hombre que sacó al PRI de Palacio Nacional tras 71 años en el poder, Vicente Fox, promueve una alianza entre ambos con el mismo ahínco que publicita sus franquicias de productos hechos con marihuana.
Se lee cómico, pero es más bien trágico, porque es la realidad de nuestra política mexicana.
Si hay un Estado en el que esta alianza contra natura es un teatro del absurdo es en Nuevo León.
Desnudada hace apenas unos meses por el Gobernador Samuel García, la alianza PRI-PAN nació en lo oscurito y se mantuvo así por varios años, guardando las apariencias ante el electorado.
Creada por el priísta Francisco Cienfuegos y el panista Zeferino Salgado, el PRIAN ya operaba en la clandestinidad desde hace años a favor de unos y de otros, si no pregúntenle a Fernando Larrazabal, Yolanda Cantú y a la larga lista de priístas y panistas traicionados en las boletas electorales por sus propios partidos.
La alianza contra natura empezó a ser rentable a los intereses de unos cuantos. Paco Cienfuegos y Carlos “Chale” de la Fuente pasaron de ser compañeros de Legislatura a convertirse en amigos, socios y prósperos empresarios y propietarios (con sus nombres o los de otros) de inmuebles con gran plusvalía.
El sexenio fallido de Jaime Rodríguez “El Bronco” fue la incubadora para el nacimiento del nuevo Frankenstein político hoy conocido como PRIAN.
Políticamente desahuciado tras la ridícula búsqueda de la Presidencia y la estruendosa derrota de sus candidatos y candidatas independientes en el 2018, “El Bronco” terminó por negociar con el PRIAN buscando, de lo perdido, lo que aparezca.
Del odio amor hay un paso. Así, en las elecciones del 2021 vimos boletas bizarras con independientes como el ex Secretario General de Gobierno, Manuel González, compitiendo bajo las siglas del PAN, tras cinco años y medio de pelear diariamente contra ese mismo partido político.
El resultado es de todos conocido: PRI y PAN se apoderaron de organismos e instituciones para convertirlos en botín político y cobijo de sus militancias.
La Fiscalía de Justicia del Estado, el Congreso local, la Auditoria Superior del Estado, el Instituto Estatal de Transparencia y la Comisión Estatal de Derechos Humanos, son sólo algunos ejemplos.
Por eso tiene razón Samuel García cuando, fiel a su costumbre, se aferra a su postura y dice “con el PRIAN ni a la esquina”. Actuar de otra manera lo colocaría en el terreno de la misma incongruencia que sepultó políticamente a su antecesor.
En Nuevo León, atrás quedaron las imágenes históricas del panista Fernando Canales cargado de pies y manos, como ganado en matadero, para ser echado del Palacio de Gobierno en poder del PRI.
Hoy el dirigente del PAN estatal, Hernán Salinas, visita y posa sonriente en la sede estatal del PRI para aplaudir a Cienfuegos a los pies del Monumento a Plutarco Elias Calles.
¿Y ahora por quién votarán los priístas y panistas de la vieja guardia? ¿Ese electorado conservador o revolucionario que creía estar siendo congruente con su ideología?
¿Le preguntaron los dueños del PRIAN al electorado qué opina de su alianza perversa?
La elección del 2024 nos dará la respuesta.