El lanzamiento de The Elder Scrolls V: Skyrim en 2011 estuvo rodeado de escepticismo, principalmente por coincidir con la salida de Call of Duty: Modern Warfare 3. A pesar de las advertencias de expertos de la industria, el equipo de Bethesda mantuvo su estrategia. “Oh, Skyrim no puede sobrevivir contra Call of Duty. Misma ventana. Todo el mundo va a jugar Call of Duty. Nadie va a comprar tu juego. Pero dije: ‘Entiendo que son una marca grande, pero no son un mejor juego’”, recordó un representante de la compañía.
Bethesda confió en la calidad del producto, su narrativa envolvente y la libertad que ofrecía a los jugadores dentro de un mundo abierto. La estrategia demostró ser acertada, ya que Skyrim no solo sobrevivió a la competencia, sino que se convirtió en un fenómeno cultural, consolidándose como uno de los títulos más influyentes de la década.
El juego destacó por su innovador sistema de exploración, personalización de personajes y expansión de lore, ofreciendo una experiencia profunda y prolongada que superó expectativas y críticas. Este caso se mantiene como un ejemplo claro de cómo la confianza en un producto de calidad puede desafiar predicciones adversas de mercado y establecer estándares para futuras entregas en la industria del gaming.