La científica rusa Kseniia Petrova, reconocida por desarrollar un software capaz de analizar imágenes microscópicas que podrían revolucionar el diagnóstico del cáncer, lleva dos meses detenida por autoridades migratorias de Estados Unidos. Fue arrestada en el aeropuerto Logan de Boston por presuntamente no declarar correctamente unas muestras biológicas —embriones de rana— que transportaba legalmente para su investigación en la Facultad de Medicina de Harvard.
Petrova, de 30 años, estaba a cargo del procesamiento de más de 100,000 imágenes en un laboratorio de vanguardia, usando sus habilidades en embriología, matemáticas, bioinformática y programación. Según sus colegas, su trabajo es clave para explotar el potencial de un microscopio de última tecnología que podría cambiar la medicina moderna.
Tras su detención por agentes de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), fue trasladada al Centro Correccional Richwood, en Luisiana, donde espera una audiencia migratoria. Su visa J-1 fue cancelada de inmediato, a pesar de que, en casos similares, la sanción suele ser solo una multa menor.
Leon Peshkin, su mentor en Harvard, y su equipo no supieron de su paradero hasta días después, cuando comenzaron a buscarla por su cuenta. “Esto es una máquina trituradora que no distingue entre estudiantes, científicos o criminales”, declaró Petrova a NBC News desde el centro de detención.
El caso ha generado preocupación en la comunidad científica internacional. Más de 240 universidades reportan impactos en el estatus legal de estudiantes internacionales, mientras una encuesta de Nature reveló que 75% de los científicos consultados consideraban mudarse a Europa o Canadá.
Gregory Romanovsky, abogado de Petrova, advierte que su caso refleja un ambiente cada vez más hostil para los no ciudadanos, impulsado por políticas migratorias alineadas con promesas del expresidente Donald Trump y acciones del gobernador Ron DeSantis. “Me preguntaron si llevaba muestras biológicas. Respondí que sí, pero el interrogatorio fue confuso”, explicó Petrova, quien además asegura que no tuvo acceso a su abogado ni a su equipo tras la detención.
Petrova llegó a Harvard hace dos años y ha sido descrita como una científica excepcional. Su expulsión no solo pondría fin a su carrera en Estados Unidos, sino también a investigaciones médicas que podrían salvar vidas. Sus colegas temen que, de ser deportada a Rusia, nunca puedan verla ni trabajar con ella de nuevo.
“Ella es la única persona que puede interpretar correctamente las imágenes del microscopio. Sin ella, estos descubrimientos se perderían”, advirtió el Dr. William Trim, quien la ha visitado en prisión.
Mientras tanto, Petrova continúa estudiando desde su celda, pidiendo libros de biología, convencida de que la ciencia es su misión, aunque hoy la ciencia no pueda protegerla.
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