Mientras muchas religiones alrededor del mundo comparten relatos sobre la creación del ser humano, donde un dios todopoderoso crea a hombres y mujeres con cerebros completamente formados, la realidad es mucho más intrigante, como lo sugieren los placozoos. Estas diminutas criaturas, apenas perceptibles y que habitan en el agua marina, desafían la percepción convencional. Observados bajo un microscopio, parecen pequeñas tortitas sin órganos ni cerebro. No obstante, estos organismos extraordinarios tienen la capacidad de coordinarse en grupo para cazar presas. Según el equipo liderado por el biólogo español Arnau Sebé Pedrós, esta investigación revela indicios del origen de las neuronas, responsables del pensamiento humano, en las células de estos seres insólitos.
A pesar de contar con solo 50,000 células, los placozoos poseen habilidades sorprendentes, como la capacidad de reproducción asexual infinita y la adaptación a diversas formas. En comparación, un ser humano está compuesto por 30 billones de células especializadas. Los placozoos, con su estructura de dos capas de células, brindan pistas sobre cómo los organismos unicelulares pudieron evolucionar hacia seres multicelulares cada vez más complejos.
El equipo de Sebé Pedrós ha estudiado minuciosamente las cuatro especies conocidas de placozoos, incluida la primera descubierta en 1883 por el zoólogo alemán Franz Eilhard Schulze. Sus investigaciones han revelado que los placozoos pueden coordinar sus células gracias a la comunicación mediante neuropéptidos, similar a lo que hacen las neuronas en el cerebro humano. Aunque estas células secretoras carecen de las prolongaciones típicas de las neuronas humanas, como axones y dendritas, el estudio apoya la idea del “cerebro químico”, propuesta por el biólogo húngaro Gáspár Jékely.
Sebé Pedrós sugiere que en organismos pequeños como los placozoos, la comunicación a través de señales químicas era suficiente. Sin embargo, a medida que los organismos crecieron en tamaño y complejidad, desarrollaron señales eléctricas y conexiones más especializadas, como las sinapsis. El equipo especula que la primera neurona moderna pudo haber surgido hace unos 650 millones de años, en el ancestro común de los cnidarios (medusas) y los seres humanos.
El enigma se centra en otra rama de la evolución animal, los ctenóforos, organismos similares a las medusas que también poseen neuronas diferentes. Sebé Pedrós considera que cada vez hay más pruebas de que los ctenóforos pudieron haber desarrollado las neuronas de forma independiente.
Este descubrimiento apoya la hipótesis de la “plácula” como el último ancestro común de todos los animales, como sostiene el zoólogo alemán Bernd Schierwater, colaborador en el estudio. Carolyn Smith, científica estadounidense que ha investigado a los placozoos, también elogió los resultados y destacó que respaldan la idea de que las células secretoras peptidérgicas en placozoos se asemejan al precursor evolutivo de las neuronas humanas.