La universidad rechaza condiciones ideológicas a cambio de fondos
La Universidad de Harvard enfrenta una de sus mayores crisis financieras recientes luego de que la administración del expresidente Donald Trump decidiera congelar más de 2,200 millones de dólares en fondos federales, como respuesta a la negativa de la institución de aceptar condiciones consideradas ideológicas y restrictivas.
La Casa Blanca había exigido a Harvard implementar una serie de cambios profundos para acceder a financiamiento público. Entre ellos se incluía la eliminación de programas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), auditorías ideológicas en procesos de admisión y contratación, y una vigilancia más estricta sobre el antisemitismo en el campus.
Harvard se negó rotundamente, señalando que tales medidas violaban su autonomía académica y los derechos constitucionales que protegen la libertad de expresión. “No buscan una cooperación genuina, sino una regulación directa sobre las condiciones intelectuales de la universidad”, escribió su rector Alan Garber en una carta pública. Además, defendió que Harvard ya había tomado medidas concretas contra el antisemitismo.
En represalia, el gobierno congeló no solo esos recursos, sino también otros contratos y subvenciones, dejando en vilo miles de proyectos de investigación y programas científicos. Aunque Harvard posee un fondo patrimonial superior a los 50 mil millones de dólares, el impacto no es menor: cerca del 11% de su operación anual depende del financiamiento federal.
La decisión también afecta a los estudiantes: más de la mitad recibe ayuda financiera, y los recortes podrían amenazar becas, matrículas subsidiadas y el funcionamiento de escuelas como el Radcliffe Institute, que depende hasta en un 85% de estos fondos.
Además, Trump advirtió sobre una posible revisión del estatus fiscal de Harvard como organización sin fines de lucro. “Quizás Harvard deba pagar impuestos si sigue empujando su agenda”, escribió en redes sociales.
A nivel migratorio, también se endurecieron medidas: se cancelaron visas y comenzaron procesos de deportación contra estudiantes internacionales que participaron en protestas propalestinas. Según el gobierno, estas acciones buscan frenar discursos de odio; las universidades, en cambio, lo consideran represión.
El conflicto podría sentar un precedente legal y político preocupante sobre la intervención del Estado en la autonomía universitaria, mientras Harvard prepara su defensa ante tribunales.
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