La Guardia Revolucionaria de Irán advirtió que podría cerrar el Estrecho de Ormuz en respuesta a los recientes ataques israelíes, lo que encendió las alarmas a nivel internacional. Esta estrecha franja marítima es clave para el tránsito de energía global: por ella circula cerca del 20% del petróleo que se consume en el mundo.
De materializarse la amenaza, las consecuencias serían inmediatas. El primer impacto sería una alza abrupta en los precios del petróleo, afectando desde la producción hasta el transporte de bienes. Esto pondría bajo presión la economía europea, especialmente en países con alta dependencia energética como Alemania, España e Italia.
Además, el cierre de Ormuz provocaría problemas logísticos globales, afectando cadenas de suministro en sectores como la manufactura, el transporte y la agricultura. El costo de vida aumentaría en toda Europa debido a la inflación energética, debilitando el poder adquisitivo de millones de ciudadanos.
El Estrecho de Ormuz no solo es un canal estratégico de energía, sino también de comercio internacional. Su bloqueo podría provocar desabasto de materias primas en el continente europeo, reduciendo la actividad industrial y generando desempleo en sectores clave.
A nivel geopolítico, un cierre de esta vía podría interpretarse como un acto hostil, lo que abriría la puerta a una respuesta militar internacional. Un escenario así escalaría la tensión en Medio Oriente, con implicaciones políticas, económicas y de seguridad para gran parte del mundo.
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