El calentamiento global está causando la pérdida de la capa de nieve en todo el mundo, un fenómeno que afecta a miles de millones de personas que dependen de esta fuente de agua constante. Sin embargo, lo sorprendente es que esta pérdida no se debe únicamente al aumento de gases de efecto invernadero que calientan la atmósfera, sino también a la contaminación por partículas procedentes de combustibles fósiles.
Cuando diminutos fragmentos de carbono negro caen sobre la nieve, la oscurecen, lo que a su vez hace que la capa de nieve absorba más energía solar y se derrita más rápido. La nieve recién caída refleja hasta el 90% de la luz solar, pero la deposición de carbono negro la ensucia, lo que resulta en una absorción de luz adicional y, en última instancia, en un deshielo más rápido.
Este fenómeno es particularmente preocupante para los 2,000 millones de personas que dependen de la nieve como fuente de agua. A diferencia de la lluvia, que fluye directamente a los depósitos de agua, la capa de nieve libera gradualmente el agua a medida que la temporada de invierno da paso a la primavera y el verano, proporcionando un recurso hídrico esencial. El cambio climático ha llevado a un aumento de las temperaturas y una disminución de las nevadas, lo que provoca la fusión temprana de la nieve y una mayor exposición de superficies oscuras que absorben más calor.
En un intento por abordar esta cuestión, los científicos han desarrollado un modelo que examina los escenarios futuros en la meseta tibetana. El primer escenario representa un futuro similar al actual, con mejoras en la tecnología energética pero sin cambios significativos en el uso de combustibles fósiles. Este escenario resultaría en una pérdida del 60% de la capa de nieve de la meseta tibetana para fines de siglo. Sin embargo, una modesta reducción de partículas de carbono negro derivada de mejoras en la tecnología podría atenuar esta pérdida en un 8%, lo que se traduciría en una reducción total del 55% de la capa de nieve.
El segundo escenario presenta un futuro con tecnología energética más limpia y menos calentamiento. A pesar de la reducción de emisiones, se espera que haya una disminución del 15% en la capa de nieve de la meseta tibetana para fines de siglo. La buena noticia es que la reducción de la contaminación podría reducir la pérdida de nieve al 8% para el año 2100.
El desafío, sin embargo, radica en factores que no se pueden controlar tan fácilmente, como la presencia de polvo en la atmósfera, que oscurece y calienta la nieve de manera similar a las partículas de combustibles fósiles. El polvo generado por el calentamiento global y la deforestación de zonas secas representa una amenaza adicional para la capa de nieve.
Asimismo, los incendios forestales, cada vez más intensos y largos debido al aumento de las temperaturas, emiten partículas de humo que también contribuyen al oscurecimiento y derretimiento de la nieve.
En última instancia, aunque la reducción de las emisiones de carbono negro sigue siendo esencial, la humanidad debe ser consciente de que factores como el polvo y los incendios forestales también representan amenazas para la capa de nieve. La gestión eficiente del suministro de agua se vuelve aún más crucial a medida que se vuelve más escaso e irregular, lo que requerirá una adaptación y uso más eficiente de los recursos hídricos disponibles.