Un informe de la FAO revela que el 35% de las especies de insectos enfrentan la amenaza de extinción, subrayando la urgencia de la situación.
En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, biólogos y guardaparques se sumergen en un innovador estudio respaldado por la ONG estadounidense Rainforest Partnership, utilizando cebo de pescado y plátano fermentado para atraer mariposas. Estas criaturas, más que meros adornos del bosque, son verdaderos indicadores del impacto del cambio climático en la región.
Durante semanas, el equipo ha vigilado de cerca los resultados, descubriendo tanto especímenes marcados como posibles nuevas especies. La líder del proyecto, María Fernanda Checa, de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, alerta sobre la disminución alarmante en la cantidad y diversidad de mariposas capturadas, revelando la gravedad del panorama.
Mientras los científicos se adentran en la selva tropical, la bióloga Elisa Levy, junto con los guardaparques del Ministerio de Ambiente, continúa el minucioso proceso de recolección y análisis de datos. Cada descubrimiento resalta la delicada relación entre las mariposas y su entorno, evidenciando los efectos devastadores de las condiciones climáticas extremas en su supervivencia.
Levy explica cómo la crisis climática desencadena un efecto dominó en el ecosistema, donde incluso pequeños cambios pueden tener consecuencias catastróficas. La situación se agrava al considerar que en lugares como el Parque Nacional Yasuní, la tasa de extinción supera la de descubrimiento de nuevas especies.
Este proyecto no solo arroja luz sobre la situación actual, sino que también contribuye a la ciencia, con los guardaparques del Yasuní liderando el camino en la investigación y publicación de sus hallazgos. Su dedicación y experiencia demuestran que, más allá de ser simples espectadores, son protagonistas fundamentales en la lucha por comprender y preservar nuestro delicado ecosistema.
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