Peter Sellers expresó con claridad su molestia hacia La naranja mecánica, al afirmar que, “por la violencia que hay alrededor, es lamentable que un director de la distinción y habilidad de Stanley Kubrick se preste a un tema así. No entiendo dónde está Stanley en todo esto”.
La narrativa satírica de la cinta busca provocar reflexiones sobre la violencia, la moralidad y el papel del poder en el control social, al cuestionar qué significa realmente ser “bueno” y cómo la sociedad responde ante el manejo de la violencia.
Sin embargo, Sellers no alcanzó a percibir esa intención satírica, lo cual lo llevó a interpretar que Kubrick había ido demasiado lejos. Su postura ilustra perfectamente cómo incluso quienes trabajan cerca del director pueden sentirse incómodos ante su enfoque provocador.
Hoy, La naranja mecánica continúa siendo objeto de debate sobre los límites éticos en el cine: su violencia sigue dividiendo a público y crítica.
La opinión de Sellers, en su época, resalta la capacidad del cine para polarizar incluso dentro de los círculos más cercanos a su creación. Esta tensión entre arte, sátira y moralidad sigue vigente en la discusión cinematográfica contemporánea.