Un revelador estudio, publicado en la eminente revista Nature, pone de manifiesto una inquietante realidad que concierne a los bosques de América del Sur y su relación con la concentración de carbono en la atmósfera. En lugar de actuar como guardianes del carbono, estos bosques podrían empezar a liberar este elemento como un mecanismo de supervivencia frente al creciente calor.
Los bosques tropicales íntegros desempeñan un papel crucial al absorber y retener considerables cantidades de carbono, lo que contribuye a mitigar el impacto del cambio climático. No obstante, las alteraciones motivadas por las variaciones climáticas, como las tasas de crecimiento de los árboles y su mortalidad, podrían tener efectos sustanciales en el ciclo del carbono y, en consecuencia, en el fenómeno del cambio climático.
El crecimiento y la supervivencia de los árboles están íntimamente ligados a la disponibilidad de agua, las fluctuaciones de temperatura y su sensibilidad ante estos factores. La respuesta de los bosques tropicales a temperaturas elevadas y la sequía es una fuente significativa de incertidumbre en los modelos de vegetación y el ciclo del carbono. Las investigaciones sugieren que en condiciones de calor y sequedad extremos, los bosques tropicales en América del Sur perderán su capacidad de capturar carbono de la atmósfera.
Históricamente, los bosques tropicales han actuado como sumideros de carbono, absorbiendo más carbono del que liberan al ambiente, lo que contribuye a contrarrestar el cambio climático. No obstante, durante un evento de El Niño que ocasionó sequías y temperaturas récord, los bosques de América del Sur no pudieron cumplir esta función, como lo reportó un estudio publicado en Nature Climate Change.
El fenómeno de El Niño se caracteriza por un rápido aumento en la temperatura de la superficie del mar en el Océano Pacífico, lo que conlleva cambios significativos en el sistema climático global. En 2015-2016, este fenómeno resultó en un clima excepcionalmente cálido en América del Sur, y actualmente se está desarrollando un evento similar.
Si bien los bosques tropicales del Amazonas desempeñaron un papel crucial en la reducción de la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, la investigación demuestra que son sensibles a las variaciones de temperatura y la disponibilidad de agua. Durante el evento de El Niño, la mayoría de estos bosques dejaron de actuar como sumideros de carbono debido al aumento de la mortalidad de los árboles provocada por el calor y la sequía.
El estudio se basó en datos recopilados en 123 parcelas experimentales en los bosques amazónicos y atlánticos, así como en áreas más secas de América del Sur tropical. Antes de la llegada de El Niño, estas parcelas almacenaban y retenían grandes cantidades de carbono, pero estas cifras disminuyeron drásticamente durante el evento debido a la pérdida de biomasa causada por la muerte de los árboles.
Lo más sorprendente es que los bosques que ya se habían adaptado a un clima más seco en los límites del bioma del bosque tropical resultaron ser los más vulnerables a la sequía durante el episodio de El Niño. Esto sugiere que algunos árboles ya estaban funcionando en condiciones extremas.
A pesar de los efectos adversos, los investigadores destacaron la resiliencia de la naturaleza en América del Sur. No obstante, hicieron hincapié en la urgencia de conservar y proteger estos bosques, ya que la deforestación puede propiciar un ambiente más cálido y seco, lo que a su vez ejerce presión sobre los árboles que sobreviven. La preservación de los bosques se plantea como un desafío fundamental para mantener su capacidad de absorber carbono y mitigar el cambio climático.