El cine mexicano se confronta con la cruda realidad del acoso y abuso en el rodaje de películas, una problemática que persiste a pesar de los esfuerzos post #MeToo. La película “Un actor malo” emerge como un poderoso reflejo de esta dolorosa realidad, inspirándose en el movimiento viral #MeToo para exponer un caso de violación en la industria del entretenimiento.
Mónica Vargas, una destacada figura detrás de cámaras en producciones como “Noche de bodas”, señala la importancia de estar alerta ante estas situaciones, donde el respeto es primordial y se garantiza mediante contratos que sancionan cualquier falta de ética en el set.
El largometraje, protagonizado por Fiona Palomo y Alfonso Dosal, desentraña una trama donde una pareja de actores enfrenta el trauma de una violación durante la filmación. Este relato se inspira en hechos reales, como el infame incidente en “El último tango en París”, donde la falta de consentimiento de una actriz fue ignorada en una escena sexual.
El director Jorge Cuchí, al abordar el origen de la película, expone cómo situaciones similares persisten en la industria, revelando testimonios de actores que han sufrido acoso y abuso en el set. A pesar de la ausencia de datos oficiales en México, casos como el denunciado por Vanessa Bauche y Sarah Nichols contra el actor Pascacio López arrojan luz sobre esta problemática.
Para prevenir situaciones como las retratadas en “Un actor malo”, se introduce en México el rol del coordinador de intimidad, encargado de garantizar que cualquier escena de contacto físico esté consensuada y coreografiada, promoviendo así un entorno seguro y respetuoso en el set cinematográfico.
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