En medio de las canchas de tenis del US Open, la famosa frase “Silencio, por favor” se desvanece en la agitación ensordecedora que caracteriza este torneo. El cierre del calendario de Grand Slam presenta una experiencia única en Flushing Meadows, distinta de las tradiciones elegantes de Wimbledon. Aquí, la etiqueta es prácticamente inexistente, y la multitud neoyorquina se revela como vibrante, desorganizada y abrumadora, reflejando la energía de una ciudad que raramente se inmuta por el tenis.
El estadio de tenis Arthur Ashe, el más grande del mundo, se convierte en una caja de resonancia ensordecedora. El ruido del público, los rápidos cambios de temperatura y los truenos del techo retráctil se combinan en un torbellino de sonidos que afecta incluso a los jugadores más experimentados. Este ambiente único, que desafía las normas convencionales del tenis, se convierte en un espectáculo en sí mismo.
En el corazón de la ciudad que nunca duerme, las sesiones nocturnas obligatorias agregan una energía incontenible al torneo. Sin embargo, el público neoyorquino, inmerso en su propia cultura deportiva, a menudo lucha por mantener el silencio en los momentos adecuados. Jugadores como Novak Djokovic han expresado su asombro ante la atmósfera ruidosa y viva del Arthur Ashe, mientras que otros, como Frances Tiafoe, abogan por abrazar el ruido y la energía del público para atraer a las nuevas generaciones.
La historia del US Open está tejida con incidentes inusuales que reflejan la intensidad del público. Desde revueltas en la cancha hasta balas perdidas, el ambiente tumultuoso en torno a los jugadores sigue siendo un factor determinante. Naomi Osaka experimentó esto en 2018 cuando su victoria fue eclipsada por la controversia entre Serena Williams y el árbitro. En este caldero desenfrenado, solo los más fuertes, como Daniil Medvedev, pueden sobresalir. Medvedev ha construido su personalidad en la adversidad del Arthur Ashe, incluso desafiando al público en ocasiones.
El cemento de Flushing Meadows, que ha adquirido una reputación de imprevisibilidad, alberga un torneo democrático donde once ganadores diferentes en veinte ediciones reflejan la cambiante dinámica del tenis. Esta superficie rápida resalta la importancia del servicio y ha sido testigo de la ascensión de jugadores como Dominic Thiem, Marin Cilic y Juan Martín del Potro. En el escenario femenino, la alternancia de campeonas también es evidente, consolidando la reputación del US Open como un torneo que desafía las normas y celebra la imprevisibilidad en el mundo del tenis.